Las ocho puntas. andaluces.es, 24 mayo 2016

¿Para cuándo la democracia en lo económico?

Luis Ocaña*

Seguimos en el bucle electoral. Hace ya más de un año de las municipales. Pero poco antes fueron las europeas y autonómicas andaluzas y poco después las generales. Ahora otra vez generales. El debate político se nutre en los últimos tiempos de su propio vómito corrupto y apenas deja espacio para otras discusiones. Unos lo llamarán casualidad y otros premeditación. Mera cuestión de gustos.
¿Cuándo tocará hablar sobre la democracia en lo económico? ¿Abordaremos pública y colectivamente conceptos y cuestiones como la plusvalía, la propiedad privada o el capitalismo? A nadie se le escapa que sin transformaciones en lo económico no pueden existir cambios políticos. O sí, como en EE. UU. entre republicanos y demócratas, capitalistas de perfil duro y blando. Pero siempre militarismo y dinerismo como valores dominantes. El mimetismo con los shows mediáticos de las barras y estrellas parece invadir en los últimos tiempos nuestros espacios de reflexión y debate. El imperalismo y la colonización cultural aún no pasan de moda.
Quienes hablan de cambios y transformaciones han de abordar los elementos estructurales para que el reparto de la riqueza, la subsistencia de la mayoría de la población mundial o la justicia social sean posibilidades reales y no meras declaraciones buenas intenciones.Prestar atención a las prácticas y realidades que construyen experiencias cooperativas, desarrollan iniciativas energéticas renovables, sostienen relaciones de comercio justo y solidario, proyectos de agroecología, finanzas éticas o consumos críticos no es cuestión baladí. Si se omite el prestarles la atención que merecen sus discursos quedarán huérfanos de perspectivas de cambio real.
Competir contra el capitalismo significa alinearse decididamente con los que propugnan la soberanía económica en todas sus vertientes. Las lógicas antagónicas a las de la obtención de beneficios y cuentas de resultados agrietan el capitalismo a la vez que vislumbran nuevos senderos de transición hacia nuevos modelos. El control obrero de las unidades de producción de bienes y servicios, la autonomía democrática en la toma de decisiones económicas o la distribución justa de los recursos son terrenos por explorar que trascienden con mucho la importancia de esos disputadísimos escaños de más o de menos, en los que parece que se nos va la vida. Y la vida sigue con más o menos escaños y asesores. La calculadora electoral no hace temblar a nadie. Únicamente a quienes se obsesionan como aspirantes a ese modo de vida.
Cuando desde la sociedad civil nos centramos en promover iniciativas que satisfagan autónomamente las necesidades económicas y sociales con diferentes maneras de hacer que las que ofrece la lógica capitalista habremos avanzado más que con los resultados porcentuales de la noche electoral. La democracia burguesa permanece tranquila si no se amenaza su poder económico. Y lo político es hoy una mera proyección de aquél.
Sin apoyo mutuo, sin la cooperación como práctica social, sin compromisos estables y duraderos estaremos apoyando el mantenimiento del statu quo. Autores, cómplices o encubridores son las diferentes caras que tendremos de no hacer los deberes a tiempo y dándoles la prioridad que merecen.
El lucro privado frente a la satisfacción de las necesidades materiales básicas de la población y el crecimiento frente a la justicia social son las máximas a combatir. Por ello, la práctica democrática en lo económico es hoy más prioritaria que nunca. Austeridad, deuda y modelo económico deberían centrar el debate de estos días, para evitar salidas a la griega o recetas a la alemana.
Si nos conformamos con charlas sobre responsabilidad social empresarial o planteamos las elecciones sindicales actuales como práctica democrática en el terreno socioeconómico estaremos enfermos. Al menos tan enfermos como quienes sostienen que eso puede ser democracia. Porque la democracia o es radical o no es verdadera. Y para eso debemos trascender las urnas, los sillones, las instituciones, los asesores y toda la matraca electoral que no se encamine a la transformación radical de nuestra sociedad.

*Luis Ocaña es abogado ejerciente del Colegio de Sevilla. Además, es licenciado en Ciencias del Trabajo y Especialista en Investigación Participativa por la Universidad Pablo de Olavide y DEA en Ciencias Económicas por la Universidad de Sevilla. En la actualidad, coordina el equipo jurídico de Autonomía Sur, Sociedad Cooperativa Andaluza, de la es socio-trabajador. También imparte docencia como profesor asociado en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Huelva. 
Es miembro de Asamblea de Andalucía.