Andalucía, líder

Pues sí. Vamos a hablar de liderazgo andaluz. En concreto de un caso incuestionable, científico e imparable. Como la “Segunda modernización”. ¿Y en qué somos tan “lídercísimos”? Pues en siniestralidad laboral.

Hace días se han hecho públicos los datos oficiales sobre accidentes de trabajo ocurridos en 2013 y estos revelan que el liderazgo andaluz es indiscutido. De los 397.051 accidentes ocurridos en el conjunto del Estado, 65.896 tuvieron lugar en Andalucía. De los 432 muertos, 61 corresponden a Andalucía. Somos los primeros. De los 3.292 accidentes graves, 774, andaluces. De nuevo, los primeros. Y el índice de incidencia (número de accidentes por cada cien mil trabajadores asegurados) creció en Andalucía un 7,2% frente al 2,6% del conjunto estatal. Aquí también somos la primera referencia.
No solo lideramos la brutal estadística de accidentes muy graves –aquellos con resultado de muerte- y graves –aquellos con mayores y más perjudiciales lesiones- sino que nuestro índice dispara su crecimiento (en cambio, otros sitios como Galicia o Madrid registran descensos) y casi triplica el general. Si los datos generales son muy preocupantes, imagínense los andaluces: dramáticos.

Liderazgo sin parangón en dedos, manos brazos y piernas cortadas, traumatismos, electrocuciones, hernias, fibrosis, caídas, abrasiones, etc. y un sinfín de dolencias y daños que deberían sonrojar a cualquier responsable político o empresarial. Los advertidos efectos de la Reforma Laboral comienzan a hacerse visibles. Y quienes las aprueban y quienes las aplican son a partes iguales responsables.
Sin embargo, parece que nadie se alarma por estas cifras y tendencias más propias del subdesarrollo y atraso humano que de la “Europa del siglo XXI”. A nadie se le ocurriría pensar que está a punto de culminar el III Plan de Actuación 2013-2014 inserto dentro de la Estrategia Andaluza de Seguridad y Salud en el Trabajo 2010-2014. Y sin embargo, así es. Disponemos desde 2006 de un  Instituto Andaluz de Prevención de Riesgos Laborales. Lo que no sabemos es ni a qué se dedica ni de qué recursos dispone. Pero en cualquier caso, aventuramos que son muy deficientes para las tareas encomendadas a la vista de los resultados. Es inconcebible que con el receso de la actividad económica y el parón de la construcción (habitual motor de la siniestralidad) nos encontremos con notorios incrementos de la tasa andaluza de siniestralidad. Es obvio que algo va mal. Mejor dicho, muy mal. Y parece que no afecta al banco patronal. Mientras que los beneficios y ganancias de algunos crecen, los accidentes de trabajo afectan a otros, a esos que generan con su esfuerzo tales beneficios aunque nunca los disfruten. Porque recordemos que la única actividad humana capaz de generar riqueza es el trabajo. Formas de apropiársela, sin embargo, existen muchas más y van desde el robo hasta los boletines oficiales. Los empresarios capitalistas bien lo saben. Y por eso son recibidos por la Presidenta andaluza con todos los honores mientras que las víctimas de la siniestralidad están condenadas al ostracismo y a peregrinar por oficinas y juzgados pidiendo lo que a todas luces es justo. Silenciar a estas víctimas es parte del negocio. Las víctimas del amianto o de la fibromialgia son pruebas fehacientes de esta situación.
Ningún trabajador se merece esto. Sin excepción. Nadie tiene que volver en ataúd o en camilla de su puesto de trabajo. Ni con lesiones graves o leves que le afecten física, psíquica o sensorialmente. Es inaceptable en un sistema democrático. Y que la tendencia sea al alza cuando hay menos gente que nunca trabajando destaca los fracasos de las políticas patronales y gubernamentales a tal efecto. En nuestra tierra, es otra vergüenza añadida a las ya archiconocidas lógicas de funcionamiento de la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía. El papel de la Administración –estatal y autonómica- es bochornoso a estos efectos. Aunque no salga en las portadas y no haga tambalear pacto político alguno.

Los accidentados y sus familiares tienen derecho a ser los últimos de este drama. Silencioso pero mortífero. Ningún trabajador debe pagar con su vida su asistencia al tajo. Es imperdonable para cualquier sociedad. Los que conocemos este drama lo tenemos claro: a los responsables ni olvido ni perdón. Y mientras tanto a seguir exigiendo: menos fotos y más resultados para la próxima concertación social.

Luis Ocaña Escolar, Abogado del SAT. Miembro de Asamblea de Andalucía.
Fuente: andalucesdiario, 18/Abril/2014