Centenario del Ideal Andaluz


CIEN AÑOS DE LA PRESENTACIÓN DE “IDEAL ANDALUZ”
Texto leído por el profesor Isidoro Moreno, miembro del Patronato de la Fundación Blas Infante, en el acto de homenaje organizado por el Ateneo de Sevilla el 21 de marzo de 2014.
Hace cien años, el Ateneo de Sevilla se constituyó en foco del debate sobre el contenido y las vías para la regeneración de Andalucía, para la afirmación de su personalidad histórica y cultural, y para la proyección político-institucional de esta. Personas como Mario Méndez Bejarano, Alejandro Guichot o José María Izquierdo, la creación de la revista “Bética”, no sólo de contenido artístico-literario sino atenta a la “vida andaluza” y varios diarios sevillanos fueron protagonistas principales.

Es este el contexto en que es preciso situar la Memoria que presenta Blas Infante, el 23 de marzo de 1914, a la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo con el título “Ideal Andaluz”, que sería publicada al año siguiente como libro.
¿Cuál es la aportación fundamental de Infante respecto a lo que estaban planteando los otros protagonistas de este despertar intelectual que podemos hoy contemplar con sana envidia? La respuesta nos la da él mismo en la breve introducción a su texto; un texto que no se circunscribe a teorizar sobre qué sea el Ideal y cómo reconocerlo, que era lo que constituía el núcleo de las otras aportaciones. Blas Infante define con claridad, en menos de tres líneas, los términos de la cuestión cuando afirma que Andalucía necesita: un remedio económico, una orientación política, un plan cultural, una dirección espiritual y una fuerza (una organización) que “apostolice y salve” (hoy diríamos que conciencie y avance en todo lo anterior).
Tanto en este texto, inicial, de 1914 como durante los 23 años siguientes hasta que fue asesinado, don Blas dedicó todas sus energías a profundizar en estos cinco ejes o “ideales”. Ya en la citada breve introducción nos anuncia que “defenderá la virtud de aspiraciones ideales” pero que va a concretar estas, “con criterio político, en fórmulas prácticas moldeadas por las exigencias actuales de la Historia”.
Es este el programa que desplegará a lo largo de las tres etapas en que sus biógrafos distinguen su pensamiento: la regionalista inicial, la nacionalista posterior y la liberalista final. Por eso, para conocer adecuadamente aquel no basta con leer la primera de sus obras, Ideal Andaluz, sino que es necesario conocer también el Manifiesto de la Asamblea de Córdoba de 1919, La Dictadura Pedagógica y  otras obras “culturales” de la década de los 20, La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, de 1931, los Fundamentos de Andalucía (no publicada hasta 1984) y las Cartas Andalucistas que escribiera a lo largo de los años de la República hasta días antes de que segaran su vida. No conocen el pensamiento de Blas Infante quienes sólo hayan leído (con frecuencia mal leído) la obra de la que hoy celebramos el centenario. A Blas Infante, como a todo pensador o a todo hombre de acción política –y él fue ambas cosas, desde una ética insobornable- hay que conocerlo y analizarlo por el conjunto de su obra y de su vida, sin tratar de definirlo o interpretarlo sólamente por uno de sus textos, etapas o acciones.
De todas formas, ya desde las páginas de Ideal Andaluz quedaba clara su rotunda posición respecto a los objetivos a alcanzar. Para la “restauración de Andalucía”, es decir, para “la reconstitución del pueblo andaluz”, de un pueblo que debería ser “económicamente libre”, el objetivo “más inmediato y central”, el “centro del Ideal”, es “la tierra andaluza para el jornalero andaluz”.
Sin tierra –escribe- inútil es pensar en la cultura del pueblo. Para que el cerebro pueda atender los requerimientos de la civilización, es preciso que ésta no estorbe sus primordiales energías elaboradas en los estómagos, donde son atendidos los requerimientos de la naturaleza.
Que Andalucía no se vacíe con los andaluces que en sombría procesión de espectros van atormentados por el hambre, lanzados por la inhospitalidad de su propia región, a buscar amparo, pan y justicia en la extraña tierra de lejanos países.
Que las ciudades andaluzas se derramen por el campo, y se abran las dehesas y los cotos al pueblo, ansioso de permutar sus energías con las energías de la naturaleza.
De esta alianza sagrada, de estas nupcias benditas entre el trabajo y la tierra, han de brotar las esencias que harán revivir poderosas las energías agonizantes del genio andaluz
Si comparamos estas frases con los contenidos de otros artículos que se publican en la propia “Bética”, de carácter fundamentalmente metafísico o incluso negadores de la propia situación real de Andalucía –por ejemplo el de Gastalver en que este defiende la inexistencia de latifundios--, comprenderemos bien la singularidad de Blas Infante y el por qué se alejaron de él los eruditos a la violeta.
Desde Ideal Andaluz un objetivo recorre toda la obra, y toda la vida, de Blas Infante: que los andaluces nos autorreconozcamos como pueblo. Que elevemos a conciencia nuestro sentimiento, y nuestro orgullo, de ser andaluces. Que sepamos de dónde venimos (cuál es nuestra identidad histórica diferenciada); quiénes somos  (cuál es nuestra forma de estar en el mundo, de relacionarnos, de sentir y de expresarnos, es decir, cuál es nuestra identidad cultural); y qué queremos ser (es decir, cómo pretendemos organizarnos, de qué instrumentos dotarnos para decidir sobre nuestros propios asuntos, en lo económico, lo social, lo político y lo cultural, sin que otros decidan por nosotros; o sea, cómo traducir nuestra identidad política).
Y, todo ello, tomando como base los municipios, el universo social local, el ámbito más cercano y de mayor potencialidad para la participación directa de l@s ciudadan@s: de ahí su énfasis en fortalecer el espíritu y la conciencia colectiva municipal, obstaculizada en muchos lugares por la existencia de numerosos “hombres no libres”: de jornaleros sin tierra, ni trabajo, ni posibilidad de acceso a la cultura debido a la concentración de la tierra y sus “desastrosos efectos”.
Es muy significativo, y no un simple ejercicio de erudición, la referencia que hace a Fray Alonso de Castrillo, que ya en el siglo XV afirmaba que “por justicia natural, las cosas de la naturaleza son comunes”, es decir, los Bienes Comunes, los elementos necesarios para la vida, como el agua o la tierra, no son privatizables en cuanto a su propiedad. O la alusión a Luis Vives, recordando cómo este aseguraba que no hay razón “para que los actuales poseedores [de la tierra] excluyan a los demás de su uso, cual si ellos fuesen hijos legítimos de la Naturaleza y estos, bastardos”.
Como vemos, para Blas Infante, la lucha social y la lucha por la conciencia de pueblo, no son dos ámbitos alejados sino que forman parte de un mismo y único proyecto. Sólo podrá existir una Andalucía Libre si está formada por hombres y mujeres realmente libres (en condiciones y con capacidad de autogestionarse en lo económico, lo social, lo político y lo cultural). Y sólo sería esto posible en el camino hacia una Andalucía que él definiría en 1931, en La verdad sobre el complot de Tablada, como República Andaluza o Estado Libre de Andalucía, que soñaba miembro soberano de una Confederación Ibérica.
Desde Ideal Andaluz estaba marcado el objetivo: la liberación conjunta de las clases dominadas andaluzas y de Andalucía como pueblo. Y también estaba señalado el  camino: priorizando, sobre todas las cosas, el despertar las conciencias.
Un siglo después, son plenamente vigentes tanto el doble objetivo como el camino hacia él. Y continúan actuales la mayor parte de sus planteamientos, entre ellos su lúcido antieuropeismo –“España, instrumento de Europa contra nosotros…”-; su valoración de la cultura y no de las instituciones políticas como la base de la existencia de los pueblos; su visión de la democracia como sólo posible si se construye de abajo arriba y no al contrario…
Leamos a Blas Infante. A todo Blas Infante. No nos quedemos en su primera obra, aunque sea ya, en sí, extraordinariamente valiosa. Es la mejor forma de reconocimiento y homenaje a quien hoy homenajeamos.

En la tarde de ayer, según el calendario, comenzó algo que los sevillanos habíamos percibido intensamente ya desde días antes. Y, preparando estas breves palabras, me vinieron al recuerdo los versos de un poeta universal, también comprometido con la lucha de su pueblo. Unos versos que son plenamente aplicables a Blas Infante y a su pensamiento: “podrán cortar todas las flores, pero nada detendrá la primavera”. En este su homenaje, cuando es nombrado Socio de Honor por la institución en la que él comenzó su trayectoria pública, no puedo terminar sin elevar la voz para que se escuche, una vez más, el grito que fue su último aliento: ¡Viva Andalucía Libre!
                                                                       ISIDORO MORENO
Catedrático de Antropología de la Universidad de Sevilla
Miembro del Patronato de la Fundación Blas Infante